La Necia

bien, como ya lo saben los que me soportan, soy católica, aunque no muy pegada a las reglas que digamos y siempre ande caminando casi a la vera del camino. como quien dice, en cualquier momento me empujan (por aquello de echarle la culpa a alguien nomás, pero la verdad que no necesito que nadie lo haga, para caer no preciso ayuda, solita lo hago bien) y acabo excomulgada porque no va a pasar aquello de que me salga por cuenta propia. a mí me van a tener que botar con roche, sino, de aquí no me muevo. soy creyente porque no me queda de otra: creo sinceramente que existe dios y soy católica porque me gusta mi religión, no quiero ninguna otra que no sea ésta. aunque eso no me obligue necesariamente a estar de acuerdo en todo ni con el papa. si un día me excomulgan (toco madera) pondré mi sillita al costado de las puertas laterales de la iglesia o disimuladamente me acercaré a los ventanales o vitrales de la iglesia que corresponda, y seguiré escuchando misa de contrabando. así es que no nos excedamos en esta ocasión y evitemos este mal para la parroquiana necia y hagamos este texto lo mejor que podamos para así alargar la permanencia de este pobre ser en el seno de la madre iglesia para dolor, pesar y mortificación de los pobres confesores que la soportan cada domingo, no a las doce, pero sí después de misa, como dice polo campos.

la semana santa es en verdad la conclusión de la temporada de Cuaresma; el mismo que comienza con el miércoles de ceniza, el día en que con gran pesar recuerdo que acabaron las fiestas de carnavales y debo acudir a misa para hacerme perdonar por los empujones intencionales sobre pisos mojados que pego a los que no me gustan para que se caigan y se rompan la cabeza (aunque nunca pasó eso, confieso que lo he deseado, en especial a algunos cabezones que me sacan de quicio); el talco que echo sobre los ojos a los que me desagradan y que falsamente digo, oh, sorry; los globos con agua especialmente duros que compro con la finalidad de que no se rompan, sino que peguen fuerte sobre el lomo de mis víctimas y que luego digo que me estafaron porque no cumplen con la finalidad de mojar a la gente o el agua rociadita con orines que aviento de cierta azotea para que no me pillen y otras cosas más que no digo pero que ya no vienen al caso porque ya fueron, ya pagué por ellos. al final, espero contrita la cruz de ceniza sobre la frente que no me lavaré hasta el final del día para recordar que polvo soy y en polvo me convertiré después que la parca de las patas, jalando me lleve

se supone que debo ayunar, perdonar a mis semejantes por cualquier falta, hacer algún sacrificio, portarme bien durante cuarenta días para compartir de alguna manera el sacrificio de xto por nuestros pecados pero… cuarenta días son muchos para la pobre necia y ya de antemano me confieso ese día pecadora y pido alguna que otra manera de sentir que estoy ayudando a cargar la cruz siquiera por un ratito, algo así como leer a unos ancianos, sacarles la basura una vez por semana, no pelear mucho, poquito nomás, qué sé yo, porque ya sé que si prometo no comer carne durante toda la cuaresma, ¡zas! se me aparece la tentación vestida de bisteck todos los días, donde quiera que entro huelo al vacuno que me llama. no pues, la carne es débil, por eso no prometo lo que no puedo cumplir

en fin, para qué digo que no, cuando es sí; la semana santa es al fin y al cabo la temporada que espero con ánsias para comer los potajes especiales que mi familia prepara solamente en estas fechas, los paseos a las diferentes iglesias en un recorrido de todo el día que me lleva a visitar un sinnúmero de amistades y cada parada es una celebración pactada de antemano y cada visita es un placer que concluye bien entrada la madrugada entre pisco y nazca. cuando llega el domingo de resurrección, o domingo de pascua, nos juntamos todos los familiares y amigos que quieran llegar porque esperamos a los que se presenten (nomás en esa ocasión y en navidad, después, no me vengan con visitas imprevistas porque eso de llegar sin anunciarse no va conmgio, vayan a joder a otros) y ponemos a los niños a buscar los huevitos por el patio y compartimos esa edad otra vez

pues sí, eso es semana santa para mí, sin hipocresías y falsos golpes de pecho. pero en medio de todo eso, creánme, tambien hay espacio para la reflexión y a pesar de todos mis defectos y pecados, ruego siempre que ese revolucionario que fue y es jesús siga siempre renaciendo en mi pecho aunque no todas las semanas sean santas ni siempre se coma tan bien en casa como en semana santa, snif

artículo publicado antes en el Blog El Cuy de Juan Acevedo