la llegada del año escolar representa una época difícil para la mayoría de los padres de familia por el desembolso económico que deben realizar para comprar los útiles escolares, uniformes, cumplir con los pagos de matrícula, etc. para mí, siendo colegiala, el gasto no me preocupaba debido a que no era quien pagaba, pero definitivamente, la compra del uniforme escolar representó por mucho tiempo un dolor de cabeza increíble. o quizá no tanto el uniforme en sí pero una de las piezas que lo conformaban: los zapatos
en un país en que el número de calzado para damas es generalmente el 37, el mío era 40. no recuerdo desde cuándo empecé a usar esa talla de calzado, creo que desde que entré a la secundaria. cuando estaba en etapa de crecimiento, se notaba el tamaño; creo que los pies crecieron antes que el resto de mi cuerpo y era una cosa horrenda. el tema de mis pies era materia de burlas constantes y detestaba el cuento de la cenicienta porque cuando llegaba a la parte en que las hermanas se medían el dichoso zapatito de cristal, inmediatamente mis amigos comenzaban la jodienda explayándose en que debían llamarme para hacer el doble papel de las hermanas de cenicienta, porque para papel principal, con esas patas, jamás. cuando llegué a los 13 y todo el cuerpo se desarrolló y dejé de crecer, como que las cosas se normalizaron y el tamaño de mis pies dejó de preocuparme, salvo a la hora de hacer la compra de los zapatos reglamentarios del uniforme escolar, que eran negros, cerrados y con pasadores
cada vez que iba a comprar los zapatos, invariablemente me pasaban a sección hombres porque en las tallas femeninas no existía ese número. comprar mis zapatos rodeada de hombres, -jóvenes y viejos- que se reían al verme en el plan de medirme calzado masculino, me daba mucha vergüenza. Finalmente, para el último año de secundaria, logré que una tienda local me hiciera pedidos especiales y solucioné el problema; me trajeron el modelo de zapatos escolares que elegí en la talla correspondiente y de los zapatos de calle me traían el modelo que elegía y simplemente iba a recogerlos
con el tiempo, no sé si la gente de mi entorno se acostumbró a que yo fuera patona, o yo me acostumbré a que me hicieran bromas al respecto, pero el hecho es que ya no lo vi como problema y me olvidé del asunto. así hubiera seguido la vida si no fuera por un viaje que tuve que realizar a la calurosa ciudad de la tierra roja, pucallpa
pucallpa me pareció una ciudad que había crecido desmesuradamente sin dar oportunidad a sus gobernantes o arquitectos de realizar un diseño arquitectónico para la ciudad. todo era un caos, casuchas en medio de grandes palacetes, edificios alrededor de la nada, pistas de concreto que parecía que iban a ninguna parte, etc. confieso que me sorprendió, me la imaginaba diferente
pero lo que más me fastidió fue la falta de taxis para transportarme de un lugar a otro para realizar la serie de trámites que precisaba llevar a cabo. los lugareños me indicaron que habían lugares que alquilaban motocicletas, que tomara una para transportarme, pero como no sabía manejar moto, tuve que alquilarla con chofer incluído, que bien podía ser un atento y bien comportado joven un día, como un loco desesperado por dejarme caer en la pista el día siguiente
entre moto y moto, hubieron días en que tuve que caminar bajo el inclemente sol para poder trasladarme y debido a que las calles eran de cemento burdo, terminé haciendo añicos los tacos de mis zapatos y ya que no encontré de mi talla en las zapaterías, no pude comprarme otros. en el hotel me indicaron que tenían un zapatero que hacía muy buenas reparaciones y hasta allá fui con el motociclista del día y una bolsa con varios pares de zapatos
el zapatero me dijo que iba a cambiar las tapas de los tacos pero al darse cuenta que mi calzado era # 40 empezó a revisarlos detalladamente, abriendo los ojos desmedidamente, y exclamando “¡es un perfecto 40!” “¡un perfecto 40!” como es lógico, no entendía lo que el hombre quería decir, así es que le pregunté qué significaba eso. me contestó que en el pueblo habían algunas damas que calzaban el mismo número que yo, con la salvedad que los pies de las mencionadas debían ser talla 37 ó 38 pero debido a que éstos eran anchos se veían obligadas a usar tallas más grandes. me explicaba, -como un científico- mostrándome mis zapatos, que estos pies van dejando huella en el zapato y se les puede notar hasta dónde llega el largo del pie; que algunos nomás llegan a cubrir un 60% ó 75% del calzado pero que en mi caso, no se podía ver ese detalle porque mis pies cubrían el zapato de punta a punta, sin dejar las huellas que los de las demás damas dejaban. el hombre se explayaba en uno y otro detalle, exclamando de rato en rato, ¡es que usted es un perfecto 40! yo, sorprendida, simplemente atiné a preguntarle a qué hora regresaba a recoger mis zapatos. el hombre me dijo que a las dos horas iba a tener todas las tapas de los zapatos en su lugar
a las dos horas volví y el hombre no estaba. los muchachos que me atendieron me miraban los pies riendo disimuladamente, y me dijeron que regresara una hora después, que su papá había salido de urgencia, pero que ya regresaba
a la hora regresé y efectvamente, el zapatero estaba en su taller, pero tambien estaba un grupo numeroso de hombres que al parecer me esperaban porque al llegar, escuché que cuchicheaban, “es ella”, “es ella”. salió a mi encuentro el zapatero y me hizo pasar en medio de silbas, exclamaciones de todo tipo como, ¡atashay, una hembra # 40!, ¡qué bruta, om! ¡pero de lejos ni se le nota! ¡número 40! ¡cómo debe patear esa bruta! y cosas por el estilo
al regresar al hotel, la novedad era que todos sabían que yo era la perfecta 40; en la cafetería igual, a todo lugar a donde fuera, la noticia era que yo era la perfecta 40. lo más gracioso fue que al día siguiente acudí a una fiesta con juaneco y su combo ¡y me saludaron pidiendo que mostrara los pies! cosa que hice muerta de risa y sin poder creer lo que me estaba pasando. el chico que me invitó “para ir parejos a la fiesta” (es decir, para ser su pareja de la noche) me empezó a mirar medio raro, cómo ya pues, me decía, ¿taaaan grande es tu pata ya vuelta? y al poco rato no lo volví a ver, lo cual fue una bendición porque en su lugar quedaron los que querían bailar con la patona
disfruté mi momento de popularidad pero me cansé de andar mostrando mis pies a cada rato y consideré que ya era mucho roche y me fui a los pocos días sin concluir los trámites que debía realizar… por mis pies
A la pucha, que tal pata... bueno, en ese mismo Pucallpa te dirían "lampachaqui" (o, pie de lampa en quechua). Asumo que hablan como en mi tierra Iquitos. No conozco Pucallpa, pero me han dicho que es tal como la describes.
ResponderEliminarDibujante!!! te pasas man!... que lindas Nike para la "lampachaqui" necia...
Oye necia, no sé cómo descifrar la inmensidad de tu pie. No me atreveré a hacer un paralelo con el mito varonil...medio que sería un tanto grotesco... o, tal vez no; it will be your call.
Ahora, que los pucallpeños sean así de chunchos o de chismosos, pues puede ser; más bien son bastante cándidos y no tienen problema en expresar lo que piensan ... son unos frescos, dirían en Lima.
Dime, tengo curiosidad; has tenido alguna ventaja siendo tan patona? Me es difícil imaginar una. Has manifestado aversión al futbol, así que por ahí no iría la cosa. Para dar patadas en el trasero de alguien sí que está perfecta; por ahí pudiste darle ese tipo de uso. Para un circo no creo que de la talla; para eso hubiera sido 45 (una perfecta 45).
En fin, algo de glamour has perdido con esta confesión; aunque, quien sabe, ¡hay cada fetichista metido en los BLOGs! que tal vez hayas ganada uno admirador más. Bueno hay que verle el lado amable.
voy progresando, oswaldo, ya me cambiaron de tabas, ahora uso nike, ejem, ejem, pero oye marco, qué malo, mis pies no son así, taaaaaan grandes ya vuelta (como lo diría mi "parejo")
ResponderEliminardespués de mi estapa colegial, créeme, nadie volvió a fastidiarme por eso, con la excepción de esta anécdota que pasó en pucallpa. el zapatero era muy bohemio y por lo tanto, conocía a todo el mundo y así se regó la noticia de los pies y me fastidiaron a más no poder. lo disfruté, me causaba gracia la curiosidad que sentían, no podía creer lo que me estaba pasando. aparte de eso, la pasé muy bien, los pucallpinos son gente muy amable, serviciales, con mucha chispa, me gustó mucho la gente
claro, mi "parejo" por ejemplo, lo tomó como muy varonil el detalle de mis pies y ya ves que se desapareció, simple como eso
hasta donde tengo entendido, el tamaño de los pies en los hombres no tiene nada que ver con el del pene, si es eso lo que insinúas al mencionar lo del mito, así es que no creo que en el caso de las mujeres tenga algo que ver tampoco. siempre he estado con hombres más altos y más patones que yo (con algunas muy honrosas excepciones) así es que nunca tuve problema alguno al respecto
no sé qué glamour pude haber perdido al confesar el tamaño de mis pies, las modelos por lo general calzan más de 40 y no creo que eso les afecte para nada, todo se acomoda con el resto del tamaño del cuerpo. si fuera bajita entonces sí se vería mal, lo que pasaba cuando estaba creciendo, primero se dispararon los pies y luego como que el resto del cuerpo le fue haciendo juego y se quedó todo en armonía
gracias por detenerte a comentar
O sea Necia, que tu cuerpo crece por partes!! Bien pude haberte graficado con la soberbia pata de Alán cuando en la famosa marcha propinó una patada nada sutil a su partidario por taparle el protagonismo. Cabe recordar que en Japón (creo), como costumbre ancestral y fetiche deformaban los pies de las damiselas para que este pueda ser lo más pequeño posible. Con el calzado puesto se podría ver agradable pero no entiendo como puede ser atractivo para cuando le quitan el calzado ver un pie deforme... Algo similar con la Necia enana que no parece tamaña extremidad cuando está cubierta, aunque en este caso la deformidad sea natural y dantesca!! jajajaja.
ResponderEliminarcreció, no crece. o al menos es lo que parecía porque tenía como 12 años cuando empecé a calzar así y pegué un estirón que me dejó sin galanes porque los pobres se quedaron chiquitos a mi lado y como que les daba/me daba roche y ya pues, a buscar por otro lado
ResponderEliminarmuy triste lo que pasó a las japonesas con ese asunto de los pies vendados simplemente para complacer el capricho de los hombres. esas mujeres quedaban baldadas de por vida porque los pies se quedaban triturados a causa de la presión que se ejercía sobre ellos para darles el tamaño deseado. soy conciente que como mujer he sido afortunada de nacer en otra sociedad que aunque machista no llega a extremos a que se llegan en otros lados. a dios gracias, -en el caso de estas hermanas- esa costumbre abominable ya es cosa del pasado pero hay muchos países en que la mujer aun es abusada de las peores formas y en la medida de nuestras posibilidades, debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para cambiar esa situación
por otro lado, mis pies no son deformes, oeeee, déjate de payasadas, es una jarana eso de tenerte dibujando a la pobre necia sin que se pueda dar una opinión antes de publicarla, ¿podríamos rehacer ese contrato de dizque tu libertad artística? porque es evidente que tu libertad choca con la mía y si una parte no está conforme, lo mínimo es que se rehaga el contrato, ¿o abro otro blog sin dibujitos?
Dale necia, no te quejes que la necia dibujada es encantadora...no le hagas caso, Dibujante!
ResponderEliminarYa te pondrá a dieta o te dará un buen purgante.
oee oswaldo, ¿estás conmigo o en contra mía? con amigos como tú, no necesito enemigos. diciéndole eso lo alientas a que siga riéndose a costa mía. dios los cría y ellos se juntan
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