el traqueteo del bus que me transportaba de trujillo a cajamarca acabó por rendirme y aunque hice esfuerzos por proseguir despierta y no perderme el paisaje, mis párpados, cada vez más pesados, terminaron por cerrarse
no recuerdo cuánto tiempo estuve dormida. sólo sé que cuando me dormí, el pasillo del vehículo estaba vacío y todos los asientos ocupados. en sueños, sentí que varias manitos me tomaban fuertemente del brazo izquierdo y al abrir los ojos, incrédula, me encontré con los hermosos rostros de dos niñas y me pregunté si estaba en el cielo y si eran estas bellas criaturas, ángeles. acabé de despertar y pude ver que las niñas, asustadas, abrían tamaños ojos temiendo quizá que me enojaría con ellas por haberme interrumpido el sueño o porque ya me jalaban de los dos brazos en un intento desesperado por evitar caerse a medida que el ómnibus iba de un lado a otro por las curvas de los cerros o los desniveles del camino
no entendí por qué se hallaban en el pasillo. no deben estar ahí, les dije, vayan a sus asientos, se pueden caer. no tenemos asiento, me contestó tímida y cabizbaja una de ellas. instintivamente, me hice a un lado, haciéndoles un espacio para que se sentaran a mi lado pero al hacerlo, empujé a mi acompañante, quien retirando el largavista con que se hallaba absorto mirando por los ventanales, me interrogó con la mirada sobre lo que estaba pasando. le expliqué que las nenas no tenían asiento y que temía que se cayeran si proseguían paradas en el pasillo. la mirada de desprecio con que miró a las niñas, hizo que el corazón me diera un vuelco, y la forma en que bruscamente me retiró los brazos de las manos de las niñas, diciendo, no, que no te toquen, es el cólera, me desubicó totalmente y luego me llenó de vergüenza ajena de tal forma que no sabía cómo mirar a las pobres criaturas que ya sin el soporte de mis brazos, se quedaron sueltas en el pasillo, con el cuerpo bailando de un lado a otro
como pude, las jalé nuevamente hacia mi lado y mientras las sostenía con los brazos, les dije que íbamos a continuar así, que procuraran recostar el cuerpo en la parte del asiento que daba al pasillo y que se aferraran a mis brazos para no caer. así, proseguimos el viaje durante mucho rato, y conversando quedito, como en secreto, me contaron que vivían cerca, que iban a un pueblo que quedaba en el camino, antes de llegar a cajamarca, cuyo nombre no recuerdo, a casa de unos familiares
en determinado momento, una de ellas me preguntó si podían tomar del agua que tenía en una cantimplora y al voltearme para cogerla y convidarles del agua, vi que me la arrebataban con un no, es el cólera. otra vez el desconcierto, la vergüenza ajena y con un no le hagan caso, no se preocupen, en cuanto se detenga el bus en algún paradero, bajamos para comprarles agua o lo que quisieran, las contenté. ¿dulces? preguntaron al unísono las dos pequeñuelas. claro, les dije, lo que quieran
al producirse la parada anhelada, les dije que bajaran detrás de mí y cual la gallina con sus pollitos, las tres nos seguimos a paso seguro hasta llegar a la tienda en donde los ojitos de las nenas recorrían ansiosas los diferentes mostradores con las golosinas y gaseosas que los viajeros compraban a la volada, antes que el bus volviera a ponerse en marcha
¿galleta? ¿fanta? ¿chocolate? preguntaban saltando felices, buscando saber lo que podía comprarles. y yo, sí, sí, sí, les contestaba asintiendo con la cabeza mientras apuraba al tendero que fuera sacando lo que las niñas pedían. regresen cuando terminen sus gaseosas, -les pedí- luego de acomodarlas con sus bolsitas de golosinas en una banca fuera de la tienda, desde donde podría mirarlas desde la ventanilla del bus. al terminar la bebida, contentas, volvieron con las sobras de sus galletas y chocolates y se acomodaron nuevamente al borde de mi asiento y se cogieron de mis brazos. así, acurrucadas, nos dormimos juntas y soñé que dos ángeles me llevaban
en uno de los paraderos, se incorporaron y me dijeron que ahí se bajaban. las besé en la cabeza y las dejé partir. las seguí con la mirada y vi que ya fuera, saltaban para que pudiera verlas decirme adiós con las manitas. levanté la mano para corresponder y me volví a encontrar con aquel rostro ceñudo que me miraba con coraje y entonces, algo en mí, me dijo que aquello era en realidad el principio del final. volví el cuerpo de espaldas al ogro que me arruinaba el paisaje y poco a poco me dormí y volví a soñar que ángeles me transportaban y aun hoy cuando pienso en esos seres alados, les adjudico los bellos rostros de las niñas de los andes que una vez, en alguna parte del camino que une trujillo con cajamarca, me cogieron de los brazos para evitar que siguiera cayendo de la pendiente de la que me había lanzado
Que linda eres necia, pienso que ese momento quedará por siempre en los recuerdos de aquellas pequeñuelas, actos como ese alimentan nuestro espíritu, si todos actuaran de esa manera, sería otra nuestra realidad.
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