hace algunos años, una amiga mía tenía una labor social que desempeñar en un albergue infantil y me invitó a acompañarla. acepté y acudí al lugar sin problema. y ya que nadie reparaba en mí, sino en mi amiga, pude ver tranquilamente la forma en que se desenvolvía la vida en ese lugar. era una pequeña aldea. en realidad, creo que así se llamaba, aldea infantil. las casitas se agrupaban en hileras de aproximadamente seis viviendas, formando calles que las separaban entre sí. mire usté, para llegar al nido, cruce la calle tal. más allá, en la calle cual, está la escuelita con su patio de recreo. cruce otra calle más y ahí está la cocina, el comedor, el salón de actos. regrese casi a la entrada, ahí está el consultorio y la enfermería. siga la calle de los jardines y al fondo, esa área verde es donde los niños y sus madres sustitutas siembran legumbres… ya no pude llegar hasta allá, nomás vi de lejos. tal vez en una próxima oportunidad, llegaré y quién sabe, podría incluso cosechar algo con ellos
recuerdo que ese día tocaba visita del médico y muchos niños aguardaban su turno sentaditos en la sala de espera del consultorio, acompañados de sus madres sustitutas, ¡qué orgullosas mostraban a los que estaban a su cargo! recién bañaditos y muy bien vestidos para que los viera el doctor. todos los niños se mostraban sonrientes. la impresión que me causaron es que se hallaban bien atendidos y las madres se notaban genuinamente interesadas en el bienestar de los pequeños que se encontraban a su cargo, que eran –según pude saber después– seis niños por cada una de ellas
el director del lugar nos dio un paseo por casi todos los ambientes, y cuando estábamos por concluir nuestra visita, pudimos ver a una pequeña de aproximadamente tres años que nos saludaba alzando las manitas. a gritos, nos dijo, "vengan, vengan a ver mi casita". ninguno del grupo pudo negarse a tan inusitada invitación. la casa se hallaba sobre una pequeña loma y subimos haciendo malabares para no pisar las flores que habían sembrado para embellecer el lugar. cuando llegamos, pudimos constatar que la niña no esperaba que le hiciéramos caso porque al ver que acudíamos a su llamado, corrió dentro de la casa, lloraba asustada y llamaba a gritos a su "mamá", que salió a su encuentro abrazándola y diciéndole que no había nada qué temer, que nomás íbamos de visita
la casa era completamente idéntica a las demás que conformaban la aldea: sala, baño, cocina pequeña, (como para emergencias solamente porque todos los niños comían juntos en el gigantesco comedor que se encontraba una calle más arriba) dos habitaciones, una para niños, otra para niñas, que compartían los dormitorios en camas de media plaza y en algunas ocasiones, camarotes para dar albergue a más niños en un espacio reducido. la madre sustituta dormía en la habitación de las niñas
recuerdo el rostro de la nena, que al principio lloraba por temor a los extraños y que luego reposó en mi regazo mientras conversábamos. cuando le pregunté su nombre, me dijo que se llamaba igual que yo: necia. ¡una pequeña necia en la aldea! ¡por dios! le dije que ese también era mi nombre, que éramos tocayas
-¿qué te parece?
-¿de veras? me preguntó, sonriendo incrédula
-sí, le dije. sí le dijeron todos los del grupo y la niña me tocaba las manos, los brazos, la cara, como queriendo convencerse de que tenía frente a sí a una persona que se llamaba igual a ella
luego de permanecer un rato junto a la nena y su mamá, que cuidaba de un infante al que debía darle la mamadera, nos despedimos. mientras caminaba, me detuve y al volver la vista atrás, pude ver que la pequeña necia aún permanecía junto a la puerta de su casa, haciéndome adiós con las manitas. cuando regresamos a la oficina, me contaron su historia. meses atrás ella y su hermanita mayor estuvieron en la aldea mientras un juez decidía su suerte en un juicio abierto contra la madre por abuso físico contra las menores. de algún modo, y contra todos los elementos probatorios, el juez decidió que no corrían peligro con la madre y los de la aldea se las tuvieron que entregar cuando ella llegó a reclamarlas con la copia original de la sentencia
pocas semanas después, murió la hermanita de la pequeña necia y a la puerta del cementerio, sus vecinos consiguieron bloquear la entrada para evitar que la enterraran sin haber pasado por el examen del médico forense porque existían rumores de que la madre la había ahogado sujetándole la cabeza dentro de un balde lleno con agua. acudió la fiscalía, se llevaron el cadáver de la pobre inocente para los exámenes respectivos y efectivamente, encontraron agua en sus pulmones. así fue que la pequeña necia volvió a la aldea infantil pero esta vez sin su hermanita. cuando la conocí, estaba aún en estado de shock por las experiencias vividas
su rostro vuelve a mi memoria ahora debido a la similitud del caso con el de la niña pierina que me destrozó el corazón por la violencia con que la mató... su propia madre. hace poco se supo que había una denuncia de dos años de antigüedad contra la mujer por abuso físico en contra, no solamente de pierina, sino de sus hermanos mayores. la denuncia la interpuso la propia abuela materna de los menores pero el juzgado declaró no habida a la denunciada y el caso se quedó ahí, durmiendo el sueño de los justos, proporcionándole a la mujer la oportunidad de seguir torturando a los pobres inocentes hasta concluir con la muerte de su hija
tanto en el caso de la hermanita de mi tocaya como en el de pierina, las autoridades tuvieron la oportunidad de ayudarlas pero no lo hicieron. en el primer caso, las víctimas estuvieron separadas de la madre por considerar que corrían peligro a su lado pero por razones que no puedo comprender, las devolvieron a las manos de quien tarde o temprano les iba a quitar la vida
afortunadamente no logró matar a la pequeña necia, pero su hermanita no corrió la misma suerte. en el segundo caso, se sabe que hubo una denuncia pero que no se investigó a profundidad, la excusa de considerar a la denunciada "no habida" por más de dos años, me parece muy floja
hace unos días, leí el editorial de un diario que indicaba que en el caso de trata de personas menores de edad, la mayoría de las veces son los familiares directos quienes están involucrados en el caso y siendo así, una vez liberadas las víctimas de la explotación sexual a que eran sometidas, ¿a quién se les debe entregar si son los mismos padres los que están detrás del negocio? la editorial concluye en que nada se puede hacer con esto
eso mismo es lo que escuché decir a un alcalde hace años cuando le mencioné sobre un extranjero que andaba siempre rodeado de niños de la calle sin que se supiera si pertenecía a alguna ong o institución similar que tuviera algún tipo de preocupación por ellos. "sus padres saben, necia, no se puede hacer nada, ellos mismos los entregan al gringo." yo me pregunto, ¿así es la cosa?
si los padres son los que abusan, pues ¡a la cárcel con ellos! y si los albergues o aldeas infantiles han demostrado que se les puede proporcionar un lugar seguro en donde podrán vivir lejos del abuso, pues debemos construir más aldeas, más albergues y permitir que accedan a una vida en que se respeten sus derechos, lejos de sus abusadores, justamente porque en la mayoría de los casos estos son sus padres
«si los padres son los que abusan, pues ¡a la cárcel con ellos! y si los albergues o aldeas infantiles han demostrado que se les puede proporcionar un lugar seguro en donde podrán vivir lejos del abuso, pues debemos construir más aldeas, más albergues y permitir que accedan a una vida en que se respeten sus derechos, lejos de sus abusadores, justamente porque en la mayoría de los casos estos son sus padres».
ResponderEliminarGrande, Necia.
Yo te apoyo.
¡Necia presidente!
U.U