La Necia

cada vez que cometía una travesura, o sea, muy a menudo, mi padre me miraba fijamente y me preguntaba si lo había hecho a propósito. lógicamente, la mayoría de las veces la respuesta era sí, pero no me tomen por muy honesta porque la verdad es que siempre me pescaba en la mentira y el castigo era peor, por eso decía la verdad. sobretodo cuando era evidente lo que había hecho; además, siempre surgían inesperados testigos dispuestos a testificar en mi contra, snif. si mentía, su clásico era, ¡a mí no me vengas con engaños! estoy seguro que hiciste eso y esto y estotro, y yo con la boca abierta, pensando, pero… ¿cómo lo supo? ¡mi viejo es un brujo! mientras emprendía cabizbaja el camino hacia mi celda, es decir, mi dormitorio, lugar a donde me mandaba a reflexionar someramente sobre mis maldades y de donde me sacaba no tanto porque creía que ya estaba arrepentida como clamaba yo a voz en cuello sino porque la verdad era que no soportaba escuchar mis gritos por mucho tiempo

las dos únicas oportunidades en que fui castigada sin ser escuchada y sin razón, mis jueces fueron una maestra y una persona adulta de la familia que no sabían que mis padres nunca me golpearon y que yo reaccionaba mal cuando alguien trataba de golpearme. ambas me levantaron la mano y ya se imaginarán la que se armó, pobres, hasta ahora les debe doler las mordidas que les di. y cuando trataron de mentirle a mi papá sobre las razones de mi presunto ataque sin razón, él les dijo, ¡ah no! ¡a mí no me vengan con engaños! y yo pensé, ¡ya sabía! ¡es que mi viejo es un brujo! ¡a él no le pueden venir con engaños!

a veces veo ciertas viñetas de algunos humoristas gráficos o leo algunos trabajos periodísticos respaldados con pruebas que echan por tierra lo que los políticos nos quieren hacer creer, que me recuerdan a mi padre. son las mismas expresiones a las mismas actitudes que los emplazan a levantarse airados ante algo que los enerva, ¡ah no! ¡no nos vengan con engaños!

artículo publicado antes en el Blog El Cuy de Juan Acevedo