el tema de los comandos de la operación chavín de huantar y de las ejecuciones extrajudiciales ha estado ocupando muchos espacios últimamente. al respecto, pienso que la justicia internacional dirá la última palabra. sin embargo, en cuanto recibí una invitación para asistir a la universidad de stanford a escuchar a un expositor sobre perú y chavín de huantar, lo primero que se me ocurrió fue que se me presentaba la ocasión de estar en un ambiente en que se podría dialogar e intercambiar opiniones sobre el caso y me apunté más rápido que volando
me puse de acuerdo con el amigo que me invitó y después de tomar café para despabilarnos, nos pusimos en marcha muy temprano por la mañana para que él pudiera llegar a tiempo de dar su clase y yo para recorrer el museo de arte y la galería que siempre tienen novedades para los visitantes mientras llegara la hora de la presentación. todo fácil hasta ahí. el plan estaba claro y parecía que todas las cosas iban a ir a pedir de boca
dejé a mi amigo lo más cerca posible al edificio en donde dicta su clase y decidí estacionar el auto para hacer el recorrido planeado. bueeee... pues no contaba yo con que el asunto del estacionamiento había cambiado tanto desde la última vez que estuve de visita. en todo lugar en donde quise estacionar mi carro, había diversos letreros que me hacían proseguir la marcha debido a que todos solicitaban pases especiales, inclusive los de los lugares para visitantes. ok. me quedó claro que necesitaba un pase, pero... ¿dónde podía conseguir los mentados pases? he ahí el asunto. después de detenerme varias veces, conseguí que alguien me instruyera sobre la manera de llegar a un lugar de expendio de pases. compré uno para todo el día y pensando que la cosa ya estaba solucionada, enrumbé hacia el museo pero cada vez que pretendía estacionarme, alguien me advertía que mi pase no permitía el estacionamiento en ese sitio
porque no era uno especial, que porque
ese lugar no era para visitantes, que aquel era nomás para
Carpool (carros que transportan a varias personas inscritas en este tipo de acuerdos y con permisos especiales), que este era para visitantes
pero debía poner monedas, etc
cuando al fin pude encontrar un lugar al que mi pase me permitía estacionar, dirigí mis pasos hacia
el museo y me encontré con que a pesar de encontrarme entre las horas de atención, las puertas no cedían a los empujones que les daba, hasta que un ciclista que pasó por allí me gritó que el museo estaba cerrado los días lunes y martes (y estábamos martes). piña. di media vuelta y decidí caminar hacia la galería, que si no me equivocaba, a menos que hubieran cambiado de local, sabía dónde quedaba. lo que no estaba en mis planes era que debía caminar varias millas y en el trayecto, las dos tazas de café que tomé en el desayuno hacían su efecto avisando que si no conseguía un baño rápidamente, iba a tener un problema de aquellos. pero, ¿dónde iba a conseguir un baño entre los árboles y estacionamientos que me rodeaban? caminaba lo más rápido posible intentando llegar cuanto antes al primer edificio que se me cruzara en el camino para pedir baño urgentemente , después noté que eso aceleraba la bajada de los reyes magos, así que empecé a caminar más despacio
pasaba entre los árboles y sentía que
los pajaritos me decían, sigue necia, sigue. traté de entrar al primer edificio que me encontré, pero resulta que estaba en proceso de remodelación, tenía que seguir caminando hasta encontrarme uno que estuviera en funcionamiento. en el camino me dejaban atrás
los ciclistas y me juraba que la próxima venía en bicicleta, ¡carajo!, ¡por mis calzones! al atravesar la pista que me llevaría a los edificios, no sólo se me atravesaban los ciclistas, sino gente que se transportaba en patinetas. ¡ah no! ¡patinetas voy a llevar la próxima! ¡por mis sostenes! pero más adelante, cuando ya tenía claramente qué tipo de transporte era el adecuado en este lugar, se me cruzaron unos chicos que parecían desplazarse por el piso sin necesidad de dar pisadas, así, sin caminar, no lo podía creer, entonces fue que me di cuenta de que los astutos iban en zapatillas con ruedas, ¡ah no!, la próxima juro que vengo con esas cojudezas, ¡por mis pantuflas rotas!
y ya cuando no podía caminar porque sentía que el caudal acumulado se desbordaba de mi represa ¡oh maravilla! vi un edificio y hacia él me dirigí. ya adentro, busqué por todo lado y no vi ningún letrero que me indicase en dónde se encontraba el bendito baño. no me quedó más remedio que preguntar y me indicaron un pasillo que a la derecha tenía una escalera para el sótano, ¡ay mi madre! ¡ese edificio no iba para arriba sino para abajo! pues para abajo me fui, ya más segura después de ver
este letrero que me llevaría al trono de la salvación.
ya abajo, pues nada. ¡uy curujo! me sentía más perdida que ollanta frente a los peruanos, ¿a dónde voy? ¿a la izquierda? ¿o a la derecha? pues antes que me decidiera, vi una chica que salía de uno de los salones y le pregunté por el baño. me señaló para adelante, seguí para allá pero luego el pasillo se terminaba y otra vez la disyuntiva hacia dónde ir pero hasta ese punto ya no podía dar ni un paso más, así es que me recosté sobre la pared dispuesta a que pasara lo que tenía que pasar y cuando ya estaba lista para bajar la cabeza y enfrentar la situación, pasaron dos empleados de mantenimiento cargando unas escaleras y ya casi sin aliento, les supliqué, "baño, por favor, baño" a lo que ellos simplemente me señalaron un rincón en donde pensé que no había nada, pero no, ahí estaba el
letrerito del baño de mujeres. ni alcancé a agradecerles, simplemente aguantando como pude, me arrastré hacia dónde indicaron y entré al lugar que nunca pensé que iba a necesitar tanto en esta vida ni en la otra
y como mujer prevenida vale más que una docena dice el refrán, ya pasado el peligro me dirigí a una de esas maquinitas de expendio de toallas sanitarias. compré una y me la puse. porsiaca. una nunca sabe. sobre todo teniendo en cuenta de que aún no había asistido a la charla que me llevó a ese lugar. en todo caso, ya estaba preparada para enfrentar al enemigo, por mucho que se escondieran los baños en el fundillo. ¡jum!
aliviada y contenta como nunca, me dirigí hacia donde recordaba que estaba
la galería de arte. al llegar, ¡oh decepción! me encontré con este
letrerito y ya pues, ni hablar. mala suerte. ¿a dónde voy ahora?, me pregunté. ¡ahhhh!
¡la iglesia! emprendí el camino a la iglesia. en el trayecto me encontré con
estos árboles llenos de naranjas, al alcance de la mano. se me antojó agarrarlos y busqué al encargado para pedir permiso y me dijo que no, que nadie tomaba los frutos, que eran para que los pajaritos tuvieran qué comer. ¡ay pues! ni que los pajaritos se los comieran todos, mire, hay de sobra. pues naca, para los pajaritos nomás. y ya, ni hablar, si es para los pajaritos, para ellos que sea.
proseguí mi recorrido. al llegar tuve que esperar a que me dieran permiso de ingresar. ¡ay no pues! ¿qué es esto? es la casa de dios, señor, déjeme pasar o armo un escándalo de aquellos. sí, claro, en cuanto terminen de limpiar. si desea, puede ir a confesarse mientras tanto. ¡ahhh! ¡día de confesión! pues mejor aprovecho antes que este pobre se dé cuenta de lo que acaba de hacer y me confieso (es que mi confesor corre cada vez que acudo al confesionario) -pensé - y dije que sí. no había nadie, así es que el padre salió a atenderme en cuanto le dijeron que había una feligresa que deseaba confesarse
de esa experiencia nomás les cuento que el padre perdió la paciencia como todos los que lo antecedieron y me dijo "vete en paz y no regreses si no estás arrepentida de tus pecados, hasta entonces, nomás puedo rezar por ti." eso es lo que siempre me hace rabiar. ¿por qué quieren que nos arrepintamos? yo soy la suma y la resta de lo que hice y dejé de hacer. arrepentirme sería como negarme quién soy y eso no lo quieren entender los confesores. pues haciendo caso, me fui. sin absolución pero tampoco me cayó penitencia. algo es algo dijo el galgo
cuando salí me dijeron que ya podía ingresar a la iglesia. estaba tal cual la recordaba, con su escena de la última cena tan diferente que siempre que la veo, me pierdo en diversas teorías de explicación de las imágenes del cuadro.
véanlo
para cuando terminé de recorrer la iglesia, ya era casi la hora en que debía encontrarme con mi amigo y emprendí el trayecto hasta la banca en que debía esperarlo. estando ahí, me percaté de que había un
bus que transportaba a la gente de un lugar a otro. ¡ajá! buena idea para la próxima vez, pensé. más allá, vi una playa de estacionamiento para bicicletas, ahí nomás, junto a los edificios. no, ni hablar, la bicicleta es un excelente amigo en este lugar. lo pensaré.
pero ya sentada en la banca, lo que más me llamó la atención fue la cantidad de grupos de turistas chinos que recorrían el lugar, cada uno con su respectivo guía. me pregunto qué tipo de turismo sería ese, si del tipo regular o del tipo que recomiendan los centros de estudios que tienen al alcance. y como mal de muchos, consuelo de tontos, me divertí mucho señalando a los chinos en dónde podían encontrar un baño cada vez que mandaban a alguien a preguntar con su inglés-medio-chinesco, “¿resrom?" porque al parecer, ese es el dilema de todos los visitantes, ¿dónde se puede mear?
llegó mi amigo y me dijo que teníamos que ir al centro de estudios latinoamericanos, que ahí íbamos a escuchar la charla sobre chavín de huantar. ya. esteeee... ¿hay baño en ese lugar? sí, ¿por qué? por nada, vamos nomás. te vas a asombrar, necia, me dijo. venezuela donó una estatua tamaño natural de bolívar y lo tienen ahí. ya. vamos a ver a ese bolívar tamaño natural, pues
(continuará)